La verdadera pirámide alimentaria
A la hora de saber qué es sano y qué no, hay muchos mitos. Demasiados.
Hábitos que creemos que son saludables pero que tienen mucho marketing y poco o nada de ciencia y que al final, nos dejan peor que como empezamos.
Todos estos hábitos contraproducentes te están alejando de tu mejor versión y lo que es peor, te están haciendo creer que el problema lo tienes tu porque no te esfuerzas lo suficiente.
Pero el problema no lo tienes tú.
Hoy vamos a desmontar uno de los mitos más arraigados y contraproducentes para tu calidad de vida.
En él se basan nuestra dieta y nuestro concepto de lo que es sano y lo que no.
Pero si lo comparamos con la evidencia científica unánime en nutrición, descubriremos que este mito, es la causa silenciosa de muchos de nuestros problemas.

Hay muchas cosas que llaman la atención de la pirámide alimentaria.
La primera, que en la base se encuentren los cereales. Todos. Sin distinción.
¿Sabías que los cereales refinados se comportan en tu organismo como azúcar libre?
Un plato de pasta contiene el equivalente a 25 terrones de azúcar. ¿Y un bol de arroz? 14
Y las subidas de insulina a las que forzamos a nuestro organismo para deshacerse de este azúcar causan estrés, sobrepeso y envejecimiento prematuro.
Lo siguiente que sorprende de la pirámide es la cantidad de lácteos que recomienda.
La asociación automática que hacemos todos entre lácteos y calcio viene de insistentes campañas promocionales pero la leche no es el único alimento que tiene calcio ni el que más tiene. De hecho, casi cualquier verdura, legumbre o fruto seco le gana por goleada.
Todos los mamíferos nacemos con una enzima, la lactasa, que nos permite digerir la leche durante el periodo de lactancia. Una vez termina el periodo de lactancia, esta enzima va desapareciendo. Sin la lactasa, los lácteos nos producen de forma inmediata hinchazón, diarreas y flatulencias. Además, la caseina produce inflamación de los vasos sanguíneos y aumenta la producción de mucosidades.
Seguimos analizando la pirámide alimentaria desde la evidencia científica y nos encontramos de frente con las carnes procesadas y embutidos.
Esto es chocante. Mucho. Porque en 2015 la Organización Mundial de la Salud lanzó una alerta sobre estos alimentos como causantes de cáncer de grado I, a la par del tabaco y el arsénico.
Como puedes ver, entre lo que nos hacen creer que es sano y lo que de verdad lo es, hay un abismo enorme.
Ya hemos hablado un poco del azúcar. Pero hay mucho más: el azúcar causa desde sobrepeso hasta Alzheimer pasando por diabetes, enfermedades neurológicas, enfermedades cardiovasculares y estrés cronificado.
El azúcar no es ni necesario ni recomendable. Ni siquiera en pequeñas cantidades y mucho menos en productos ultraprocesados que completan el desastre con aceites hidrogenados, neurotoxinas y antígenos varios.
¿Cómo no van a recomendar que tomemos suplementos nutricionales entonces? Siguiendo esta guía alimentaria es la única manera de tener un poquito de vitalidad.
Y es que esta guía alimentaria no está creada por nutricionistas, ni por médicos, ni por científicos. Te invito a que entres en la web de la Asociación que promueva la pirámide alimentaria en tu país y busques en patrocinadores quién la forma. No te sorprenderá encontrarte a los fabricantes de todos estos productos.
Pero entonces. ¿Qué propone la ciencia?

El plato de Harvard.
Lo primero que nos recomienda la ciencia es que la mitad de todo lo que comamos en un día sean vegetales.
Esto es porque miles de estudios de intervención y su meta análisis confirman de forma consistente y unánime que el consumo abundante de verduras y frutas reduce el riesgo de mortalidad prematura asociada con enfermedades cardiovasculares, cáncer y sobrepeso y una mejora sustancial de la calidad de vida.
Además de frutas y verduras, la ciencia nos dice que, de este plato, una cuarta parte la forman proteínas saludables de origen vegetal o animal.
Vamos con los cereales. El otro 25% del plato lo forman los cereales pero ojo, única y exclusivamente los integrales. ¿Te acuerdas del azúcar libre de la pasta y el arroz? Sus versiones integrales no lo tienen.
¿Para beber? Agua, café, té e infusiones sin endulzar. Limita los lácteos a uno al día máximo y evita los zumos, aunque sean naturales. ¿Por qué? De nuevo, cuando quitamos la fibra a los alimentos los azúcares que contienen de forma natural quedan libres en el organismo equivaliendo en el caso del zumo a ocho terrones de azúcar.
Toda las grasas no son malas. Por eso puedes utilizarlas para cocinar y para aliñar libremente. Solo tienes que huir de las hidrogenadas.
Como ves, el secreto en el fondo es comer comida de verdad, no productos. Desde el momento en el que te pones en el centro y tomas consciencia de las decisiones que tomas cada día, transformar tu calidad de vida es inevitable.
Tu mejor versión empieza aquí.